Tú, en la orilla de la tranquilidad,
rimada, esperando que nada ocurra,
como si la lluvia que arrecia extraña
murmurase visiones de tu rostro.
Yo, en la resonancia de tu silencio,
guardando la firme confrontación
de las letras al filo de mis lados,
espejado en tu acuosa persistencia.
Sonríes como si del viento solo,
lejano entre las sombras del otoño,
y de tu boca vibran los colores,
de tus ojos, voces de la nostalgia,
como si de luces larga te hubieras,
como en alambres miniados de luna.
A tu lado, es noche mística pura,
inflamado secreto envuelto en manos:
son los besos que vuelven especiados
tras tocarse entre la curva y el fuego;
es el no despertar por no morir;
destilar del tiempo hasta su crujido.
Cósmica relación de los opuestos,
sagrada violación de lo imposible,
apostamos contra el viento y el frío:
la distancia seca, el avión, la nada;
corrimos por hacernos bajo el mar,
aun y en el pesar de rotos los sueños;
nos elevamos cuando hubo que hacerlo,
nadamos entre muescas de azul hielo…
Y entre las mareas letra y caricia,
y bajo la tormenta un solo tacto;
sobre el camino tu memoria clara.
Y los versos, y las cartas de flores,
y un ritmo acompasado, submarino,
del corazón que no hubo más requiebro
que el de aprender de nuevo a encontrarse.
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