Puede que sí
puede que te vuelva a ver pasar;
el mundo se retuerce entre los hielos raídos,
frágiles, del tacto de los rincones luminosos
donde se agolpan, heladas, viejas ilusiones revividas.
Llevaré entonces las plumas
y el sello de la querencia infantil,
y una mano de plata
con la que recibir el encanto glorioso
de tus cinturas religiosas al contraluz de dos párpados labrados,
traslúcidos de emocionarse ante los remansos del sueño ruidoso.
Dónde quedan, allá, los locos pasos pequeños
al filo de la calle en la noche circular,
y el camino sibilante entre los destellos
de tus resumidas tersuras.
Cómo volver, de nuevo,
si en realidad he vuelto siempre,
volviendo y volviendo se recogen las nieves,
subiendo y subiendo,
bajando encontramos el ritmo
de no agotarse entre las penas;
seguir mirando de frente al origen,
girarse a ver el final morirse;
una y otra vez, descalzos;
una y otra vez, susurrando;
caminar de cara a la cumbre,
llegando al valle solemne, sin pensar,
entre los ciclos de la única llama,
a las mil permutas del atardecer en tu rojo equilibrio.
Imagen por: Michael Grab, Gravity Glue