De la noche transfundida
escogida afasia nace
que en el silencio nos lleva
y en los tactos se nos hace,
se nos deshace el verano
que bajo la hierba enfebrece
y el día pasa escardado
de su calor que oscurece.
Vibra al tono la pasión:
salta, pide, reproduce
de las bocas el encuentro,
tiembla la piel, y se ofrece;
que es de nubio titilar
el color que no se ejerce,
la mirada que no mira,
verano que no se crece.
De la noche larga, fresca,
viven las risas azules
y en sus ojos que son vino,
agua, pan que se endurece,
surge la colisión rara
en la que echamos raíces
del cuerpo al sereno espacio,
del recuerdo que padece
al tiempo que nos hacemos,
como del que no parece
sentir perderse la arena
que entre los dedos se escurre.
Sólo de la brisa escucho,
sólo en las cálidas luces
que rebrotan en el cielo
seré capaz de confiarme;
que no a los hombres que esperan,
que no a la vida perderme,
que no a ceder el verano
y de sus noches, colgarme.
Tiempo y memoria le pido
a la vida que me entregue;
tiempo y memoria en la ruta
de vivir, no de fingirme.