Él es el miedo:
el miedo ronco de la ignorancia,
la luz de los ignorantes,
la muerte de lo humano,
el valor desnudo del dinero.
Él es la fórmula moderna
repetida con lágrimas en la historia:
revolcarse en la fragilidad
y el terror de los débiles;
desmontar el mundo, rabiar en la espuma,
cubrir la tierra en el barro de la fiebre.
Y enfrentarnos, bajo el gorgoteo
de su garganta raposa…
Él es la risa de los poderosos,
una vez más, oculta
en la herida, bajo montañas
de oro sangrante que atruena
en la voz del que creció con todo,
del que nunca supo lo que cruje
bajo sus pies de asfalto y de acero.
Él eres tú, que lo apoyas,
que les enfebreces, como lobos,
en tu desesperanza,
que no piensas, que sufres,
que deshecho y hastiado confías en la mentiras
y la injusticia de los que, afortunados, mienten.
Él soy yo, que callé, que contemplo
sin moverme de las cumbres
doradas en la brumosa comodidad;
cierro los ojos y trago,
Y trago, y espero, y trago, y espero.
Y llora, después, y sufre, y ya nunca grites,
porque gritar es el ruido,
y al ruido acude el resto de la jauría aterrorizada;
la tierra inquieta observa, y revuelve en sus venas…
Él es del sexo «fuerte»,
del valor de un color y una piel,
patriota inmisericorde,
súcubo de banderas y de himnos:
él es la barbarie en una excusa infinita.
Él es el final.
O el principio de todo.
O la guerra, de todo.
O el hambre, final.
O la auto destrucción
que venimos buscando con rabia y sangre.
O el inicio del último de los gritos unidos
que hagan temblar el cimiento basáltico
de esta civilización gastada, moribunda, ciega…
Él es el odio,
y el odio es la nada,
dejarse estragar por el miedo.
Él son los hombres y mujeres
que se durmieron y olvidaron,
es la historia que no queremos repetir.
Ellos son. Todos los que,
difusos, malsanos, malinos,
cultivan de la falta de razón
un mundo cojo, vacío y roto,
el mundo de sus ideas fermentadas,
caótica carroña retorcida;
Y nos inundan, hoy,
y les creemos como yonkis
de una luz negra que llega radiada,
matando la tierra,
rebanando cuellos y futuros.
Cuidado con las notas que prometen lo que deseas,
tras la luz de los dioses se esconden las sombras y el polvo;
Garras de sombras.
Tósigos del polvo.
Él es un aviso.
Él (que no está solo) es la falsa cadencia que adormece para secarte;
Tú, que eres millones, que siempre volveremos.
Tú, que eres: único (último) posible futuro que nos (te) queda.
Tú: fuerza.
Tú: esperanza…
«Tú, vago, despierta», me (te) digo.