Toca callar,
que hoy sólo valen los gritos;
retumba el raposo extremo
de cómo, radical, todo el mundo ruge.
La moda de no pensar,
de agostarse en el miedo,
fuimos valientes, quizá, lejos…
Exploramos a pesar de la sed,
a pesar de las hórridas heridas del frío,
quizá no fuimos tanto de la guerra,
no de este grito rechinado
que asuela los intentos por entenderse.
Analepsis inútil, irresuelta…
Quizá escuchamos sólo lo terrible,
pero falso, una vez y basta,
y las ganas se nos fueron
de una menguante, pero imprescindible, ambivalencia.
Toca callar,
que los tambores tocan a ignorancia,
hoy, sobre todas las cosas;
nadie reclamará el conocimiento
que pasa desvestido en enflaquecidas letras,
cenicienta sombra del remedio
a tanta furia irracional,
a tanto indomable idiotizado.
Toca escuchar
a los perros despedazarse
sin perdón ni ortografía,
y empeñarse en la tolerancia
aunque lobos haya que la acosen,
desesperados y viejos,
dañados y tristes.
Toca rebelarse:
Pulir futuros de terrores,
que no hay peor destino
que el de quedarse pasmado.
Roer con manos y pies
la cargada niebla que enreda con las luces.
Dejarse viajar por traslunares visiones,
en la perspectiva de las estrellas
veremos crecer, de nuestra insignificancia,
visiones oraculares que nos rasquen
las pellas de este atroz, inventado,
ruinoso y moderno miedo.
Imagen por: WojciechDziadosz