Se me van

por M.Bardulia

Se me comen los demonios,
los de la edad y su rutina,
hace ya tiempo que se me viene riendo la duda.
Será seguir buscando
o, como susurran los finales,
retirar las apuestas,
escudarse en los escolios
dibujados en la responsabilidad
de seguir, a pesar de las moscas,
de hacer lo mismo,
lo de siempre,
lo que todos nos hacemos al arrancarnos los élitros.

Se me come la fuente de los destinos,
la apofántica virtud del negarse
hasta la jugosa atonía
que antes alumbrara los futuros,
coloridos, heteróclitos,
santa y desbaratada creación de confusiones;
es ese mixto sabor de comerse
hasta las nubes,
y la vida cuando baja por la lengua,
acompasada,
el no mirar hacia atrás porque nada distrae
el ritmo que respira en las direcciones
hacia la que obligan los vientos
del sentido y la ilusión.

Se me acaba el tiempo,
voy diluyendo las emociones
en vísceras de barro y hiel,
y vuelan las ganas y el rugido
que acumulara en las noches, largas y tremendas,
el porvenir sin miradas,
la razón sin predicciones,
un corazón henchido en el deseo
y la ruina de las mañanas ahusadas y hambrientas;
se me van pasando los cielos
en la velocidad abúlica de la crecida,
de esta marea que no ceja,
que acobarda los misterios
como si escondieran los restos mutilados
de aquellos fundados anhelos en el roce…

Se nos va y no vuelve,
y en el horizonte comienza a crecer
la historia de lo que dejar de ver quisimos,
y los versos que no parieron luces,
y la rabia que no volvió,
y el punto cero que nos cerró la vuelta al retorno.
Huimos del principio,
corrimos como si en esta vida hubiera más que la saliva,
el fino de aroma de otros,
la aplastante realidad del contarnos verdades.
Se me va el aliento,
y con él escapan ya las últimas nociones de la locura,
el humano desvelo por desordenarse los motivos.

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