Ya se abre, ya, con su reflejo de oro,
ya se abren del verano sus ventanas,
como en el frío de aquellas mañanas
que hablaban del mundo en mitad del sueño.
Ya refleja el cristal en sus granitos
el crujiente calor de las montañas,
y se adornan de verde tamizadas;
ya resuena la noche en tus sigilos.
Ya te aproximas, en curvas de asfalto,
ya sus picos en la tarde callada
te sonríen en brumas de color:
«ya llegas tarde», susurran contentos;
y el verano se eleva en tu mirada,
y el tiempo que el monte nunca olvidó.