Y en la última fotografía guardo tu tacto;
y en el pequeño armario junto a los cláveles tus manos de música.
Y bajo el agua tus ojos,
en la línea azul del horizonte donde aún espera tu piel,
como un sol que se diluye entre dibujos de lluvia.
Y en el calor nocturno conservo entre los árboles los extremos de tus dedos,
en plena efusión de tímidas verdades;
y en el fondo del mar el enredo de tu cuerpo
esculpido en caracteres de alterada holoturia salvaje.
Y en la memoria tu voz, que se irrita cuando no vuelvo,
que encandila hasta el futuro de las formas más oscuras.
Y al final, cuando todo acaba repasando la negrura,
tu latido, que devuelve las horas
en la construcción irredenta del recuerdo.