Una noche de fríos suelos.
Un puente vacío.
La arena aún caliente,
el espejo del mar y
la constelación de tu rostro.
Un baile, irreal.
Una palabra cantada.
El soberbio cansancio de cada amanecer,
los duendes diminutos del crepúsculo,
la irresistible necesidad de los contactos.
Un labio sobre el otro.
Maraña de piel.
La fluorescencia del agua en la blanca postura,
la sal del calor y el sueño,
la húmeda realidad de estar vivos.
Una plaza que no se detuvo, nunca.
Un cataclismo cósmico por cada centímetro consumido,
una realidad deshecha entre las algas,
la visión lejana, impresa en la misma pared del tiempo.
Unas horas.
Un día de nubes y sol.
La aterradora sensación del infinito,
y el olvido,
y la distancia en cada paso.
Abismos de nada.
Una vida.
El mundo inmisericorde a nuestro alrededor.
Imagen por: alexgphoto