Persigue el futuro, viejo,
hazte viejo en el presente
cuajado de reluciente
promesa ahíta de quejo,
cuécete en turbio manejo
de una vida que se escapa,
raída, desesperada,
hirsuta en el despreciarse,
en el no verse, escucharse,
que muera el alma estragada.
Acopia dinero, renco
del día, de noches magras,
déjate en tus venas agras
que no habrás de oír el viento,
su sabor al ir viviendo;
qué de lejos tus quimeras
caminando sobre ofensas:
a tu principio y momento,
a tu sentir moribundo,
a tus antiguas querencias.
No hay, no llegará el futuro,
a cada paso, más lejos,
a cada anhelo más viejo,
y al final de fin más puro
verás perderse en lo oscuro
cada minuto perdido,
cada segundo asumido,
cada amor sacrificado
al fuego de lo anhelado,
al hambre de tu egoísmo.
Somos sombras al socaire
de las mentiras veladas
que nos dan bien masticadas
desde que olemos el aire,
somos de la abulia errante…
¿Y adormecerse sin más?
¿En la espera desear?
O retorcernos, efluidos,
revolvernos desprendidos,
¡rugir, hacer por amar!