El pan huele a bicicleta,
y sus pedales a sal,
y a sol, y a polvo de arena,
y al verano en plena paz.
La risas saben a luz
sobre las frescas mañanas,
y las tardes, bulliciosas,
se escuchan en las ventanas.
Llama la noche a la cena:
¡volved, nocturnos primeros,
que ya hay brillos en el cielo!
volved antes que olvidemos.
Por el alba inadvertida
caminaréis, santos locos,
sin escuchar el calor,
sois privilegio de pocos.
Sagrado el sol de las cumbres
que alumbra vuestros veranos,
incandescente armonía
la que os hizo ser hermanos.
A pan reciente. Y a sal,
y a tierra, y a pino y sol;
A la montaña y el agua,
a las formas del calor.
A todo volvéis tranquilos,
como orugas en hilera;
holoturios encendidos
en memorias de acuarela.