Subimos como en cristal la montaña
madre y tacto de todas las tormentas;
bajamos como bajan las mañanas
sumergidas en la piel de la tierra;
debimos quedarnos en la cumbre
respirando al hielo de las piedras,
masticando de cuarzo, mica y sal,
esperando a que las brujas soberbias
rasgaran el crujido de la púrpura.
Y del cielo sorber su caída ciencia,
sangre de noches en viajes de nieve,
grabar con fuego el mapa de las grietas
no olvidar de los sueños su tersura,
de lo terrible todas las fronteras,
del roce dejado al calor de la hierba
fotónicos espasmos de existencia.
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