Y qué, y qué sin color entre la niebla;
y qué que ya no estés ni te revuelvas;
y qué que ya no seas ni te vuelvas;
y qué del que ya no puede ni tiembla…
Y qué, y qué de la forma que pardea;
y qué de tus cuatro esquinas redondas;
y qué del rincón que tú, luz, ahondas;
y qué de la sombra que no clarea.
Y qué si entre las piernas derramado
guardamos en hilos trozos de noches:
y qué si claudicamos a la ausencia.
Y qué si llueve el tacto desbridado
y en el reflejo alterable te creces,
de tu contraluz, salobre presencia.