Y a las doce de tus sombras pintarte
salpicando en el benjuí de colores
que tamizado fluye de tus ojos.
Y las doce de tus sombras sembrarte
con la anuencia de ese limo afelpado
que heminas recubre de tus rincones.
Y al llegar de tu día susurrarte
que del tiempo no habrá más artificio,
que no volverás a serme distante.