No estoy solo,
pero quema la soledad.
No estoy solo, no,
pero en la falta de soledad
me asaltan las dudas del vacío y la muerte;
pero en mi camino abotargado
de presencias innecesarias y supurantes
me sudan las noches de oscuridad y finales secos.
No estoy solo,
pero de mi soledad nace la dura,
persistente imagen de la ausencia
que fui,
de un yo que quise ser
y que en esta soledad tan poco explicable,
tan personal y asfixiante,
tan invisible,
se mueve entre mis labios y manos
como un fantasma sangrante,
una presencia ingrata
recontando el pasado,
deshaciendo presente y futuro
a su egoísta antojo.
“No, yo no estoy nunca solo
con mi soledad.”