A todos nosotros,
montaña y sol,
noche, agosto,
cuestas y arena.
Me gustaría volver,
volver y volver,
volver a volver en medio del verano,
como solía, vestido de rojo,
volver a encontraros en la hierba de la plaza
sudando de actividad,
de gente, de todos nosotros,
liberados, todavía…
Me gustaría volver,
volver a veros, como entonces,
volver a volver a vernos,
mirarnos entre las hojas granas,
desertar de los colores grises de hoy,
aún las pasiones no aprendidas,
nerviosos, inacabados, todavía…
Me gustaría volver,
volver de volver al verano
en mitad de todo,
la tarde de sabor rosa,
de dulces colores aupadas en bengalas,
me gustaría volver a encontrarnos a todos,
hasta en la última de las cuestas,
tal y como éramos,
y que un tiempo se envolviera de hierro
y no pasará nada, solo la lluvia,
algunas lluvias fuertes,
como las que encharcaban los jardines.
Me gustaría no querer volver,
pero quiero,
cada vez que sobrepasa el corazón
la tarde que abriga la montaña
y los gritos de los niños, hoy,
que fueron ayer, también,
nosotros,
como el ladrido lejano de los perros,
la actividad furiosa
de los meses largos hasta el conocerse.
Me gustaría volver a verte,
como te veía cada vez que nos volvíamos,
sorprenderme de haber olvidado
tus rasgos de alegría y agua,
sonreírte y hacerte reír,
y perseguirnos, en las lomas incomprendidas
de un ritmo en el que trotar,
encumbrados, orgullosos,
y calarnos hasta las ortigas,
y que todo el mundo volviera,
también,
a vivir, a ser, a gritar como entonces
Me gustaría volver,
volver a ver que te llamaban a la cena,
y a ti, y a mí, y a todos,
ver las luces en procesión ordenada
de efusiones certeras,
escondidos, abrigados,
esperando a que la oscuridad,
en el estío amiga,
en el estío breve por lo larga,
por lo muy densa y sabrosa,
nos envolviera buida,
sonriendo en su piafante desvelar
de la voz los secretos,
de tu piel y de tus ojos,
la distancia perfecta
en las marcas azules
que esperan en la memoria,
que aguardan,
como las moras al llorar en septiembre,
a que llegue la tarde y abra las montañas,
y queramos volver
a sentarnos bajo la caseta;
volver por volver,
y encontrarnos,
nada más…
Me gusta volver,
como volver vuelvo,
ahora, ennegrecido
en estas letras saladas,
que se me hozan, triangulares,
que se me revuelven, centrífugas,
ahítas de tropiezos,
cansadas de memorias;
que se me van deshaciendo
el cantil inmortal del que solía mirar,
al borde de la fluidez preterida
de cualquier tarde de verano.