Qué te quieras, por derecho y del revés,
qué te quieras, tú, como si no hubiera mañana,
que te sientas uno en tus multitudes.
Quiérete con quién sea y dónde sea,
cúbrete del húmedo pasto de los sentidos
y que no piquen locuras ni formas.
Que cuenten las manos, la verdad de las palabras,
la piel agitada, el sabor de la sabia dulce,
que valga todo menos los complejos.
Quiérete con el verde y el azul,
déjate girar y admirar, girar con el mundo,
y en cada pisada sobre la tierra
descubre a tus compañeros y hermanos.
Y que no te sientas dueño de nada,
contempla el negro abismo que se alza sobre ti:
¿acaso eres más que un azar precioso?
¿Acaso eres más que gota de espuma en océanos
inmensos de espacio y tiempo enervados?
¿Acaso eres algo mayor que tú,
más que antiguo polvo tamizado de milenios?
Y que no te sientas dueño de nadie,
a cada uno sus días, y para compartir
la fina cuerda que en los ojos vibra;
a cada uno sus sueños por luchar,
y que seamos sin dueño, que libres seamos.
Que la libertad se olvide entre letras,
que se funda en cada libro e inunde las bocas
de todos los que corremos a sangre,
de los que queremos vivir a fuego,
de los que buscamos hacer de la vida un juego,
sin revelaciones ni promesas inmortales,
sin dioses ni reinas, sin red, sin cielos,
de los que queremos existir como se vive,
recordando el pasado, rescatando futuros.
Que te quieras, pesada, que te quieras.