Tu vestido solo sobre la cama,
las medias negras con tus notas sueltas
y tu voz ronca callada escribiendo
al son frágil de mi yo somnoliento;
tus manos blancas, solas en la nada.
Tu mirada a tu sonrisa, y yo seco,
ardiendo de perderme y no perderlo;
tu boca la mía y mi piel la tuya
secuenciando los espacios en fuga,
y el tiempo en tu pelo, furtivo, riendo.