A un negro que sentado en lunes sonreía.
A un negro solo y flaco que rasgó mi desgana.
A ese negro fumando y su saludo amigo.
Negro en sombras del día para amanecer.
Plácido de la sombra sentado en la mañana,
viendo pasar la tierra bajo asfaltos dormidos.
Negro calmo sonriente en mitad de la tundra,
fumando contra el frío en su manta enterrada
saluda entre los dientes nuestros pasos perdidos.
Negro en su larga sombra reflejada de nubes,
pienso en que está pensando de las ratas drogadas
que a su lado pasamos como de hambre confundidos.
Saluda el negro cuando ante él nos derrapamos
al toparnos con su paz, la simple mirada
de quien sonríe fácil entre tanto aturdido.
Negro de todo el mundo saltándose el guión
de los días lunares como estrella extrañada,
sentado al margen breve, fumándose tranquilo.
Sentado, estoico, claro en mitad del caótico
extinguirse del tiempo y la paz soleada
combatiendo fatigas, exigiendo sentidos.
Negro loco que arriesga a rebatir el solo
y sin querer hacerlo, las manías esclavas
de correr por caminar, tristes sin motivo.
Negro de toda inercia aquietada y pacífica,
sentado en pura vida sonríe a las manadas,
aunque recuerde solo, aunque truene de frío.