Ya ni en mis cuidados

por Somnoliento

El olor de mi casa en verano,
el patio húmedo
en la caída de la tarde,
aún luminosa,
cálida en los cielos rosas
solitarios de Madrid.
Una noche de final de Julio
cuando de niño volvías
al verano, sin saberlo,
urbanita recobrado
reciente de los pinares:
qué calma respirabas,
qué sensible y dulce armonía
recuperarse en el cargado,
pero infantil ambiente
de la casa preparándose
para la partida.
Partida a la sierra,
cercana la noche
de cielos volando
hacia la montaña
en unas pocas nubes enroscada,
fuera de tiempo y hora;
oler las jaras
y a lo lejos,
reencontrando los fuegos
de la infancia,
cuando ardían todavía
a plenas llamas;
la hierba mojada
y las flores en tu jardín,
todo, desde que se encendieron
las primeras luces de Julio,
al filo de la nostalgia,
todo sonaba antes distinto,
menos oscuro,
menos viscoso.
La casa familiar
en soberana calma
de canícula anochecida,
antes de salir,
antes de que el verano explotara
en madrugadas amarillas…
Todo se perderá,
porque todo se pierde,
hasta las piedras
que ni gritan ni besan,
todos perdemos,
hasta lo más querido,
lo que nunca pensamos perder.

Qué será de este mundo,
de mí,
de estas manos
que parecen desaparecer,
si ni lo que llamaste casa,
si ni el verano entrelazado
ya nos existe,
consumidos y tardos, breves.
Breves, como la vida, breves,
como las horas
y estas letras,
estas frases que casi no salen,
que se van del morir
a la muerte del verso;
ya ni en mis cuidados me encuentro.

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