Me llevan de las lunas
que crecen bajo tus párpados,
crecientes en la oscuridad
del día que no acaba, briago,
me traen medio muerto
a la luz de tus velas órficas,
me buscan la salud
de la naturaleza primera;
en la verdad hundirse
hasta el verde húmedo
de la hierba alta y salvaje.
De la piel en suaves requiebros
me saltan las chispas
de vida recobrada,
el canto del árbol viejo,
la palabra dulce del trigo joven,
el temblor bravo de la tierra hermana.