Hombre soberbio, ahitado de orgullo
por creerse especie privilegiada,
especie sacra callando el murmullo
eterno de vida que, anonadada,
observa como muere en el barullo
al que el mono erecto la sometiera;
ya no respetamos a las estrellas,
olvidamos nuestras naturalezas.
Es pura, dulce, barata ignorancia,
la cruel idea de reinas y dioses
que infames sublimaron la falacia
de creernos dignos, altos señores…
Nos negaron la verdadera esencia
de no ser del mundo más que parientes;
y así nos andamos, matando hermanos,
a erradicar la vida condenados.