Soy pequeño, a veces, tan pequeño que me cuesta
encontrar los párpados que me fijen al sueño;
más pequeño que esas luces oscuras que adornan
el núcleo líquido de la noche rasgada.
Soy tan pequeño, que me revuelcan las espumas
incoloras que agitan los cimientos del mundo;
más pequeño que los gluones que no brillan
en la cima del sol nocturno que son tus ojos.
Pequeño como la nieve que cae resuelta,
dispuesta a pasar como de agua, colorearse
de todos los aromas; disolverse como hago,
como soy, a veces: tan borroso, así, pequeño.
Soy pequeño cuando me cuesta verme volando
por encima del cuerno y el marfil, escapando
de las revueltas que dan las horas no dormidas;
como soy, sumergido en las normas, nanométrico…
Insignificante de cara a la oscuridad
en el filo de las voces que rompen el mundo,
que avulsionan la ternura y mastican el tiempo;
como soy, pequeño, si pierdo la fe en mi hermano.
Soy pequeño en el ciclo de rajarnos la vida,
de querernos unos a otros sólo por dinero;
pequeño cuando me faltan las húmedas tardes,
como soy cuando veo rebelarse los sueños.
Y miro a través del entramado de los átomos
como se desgajan cada uno de mis perfiles:
los que son de casta dura y del poder terreno;
los que mueren un poco, acalambrados, pequeños…