Somnoliento II

por Somnoliento

Somnoliento y alzado en las cumbres del desvelo
se mitigan picores y el veneno que fluye,
humano, por entre las escaras de la piel;
es el sueño un terreno incontrolable y baldío,
esclavo de pasiones grises e informes penas,
agítanse en él las sombras ladinas del día
habituadas a sus ritmos de cambiante arena.
Es en la vigilia que mueren solos los días,
esperando a ser tragados por una memoria
que olvida sólo para volver maltrecha, herida,
cuando la sangre aprieta y el despertar resuena,
contra el mismo sol, cansado y sin calor, sin risas,
estragado por la misma noche que sufrió.
Es en el sueño que nacen las formas amargas
que asuelan los cultivos de la constante noche,
única forma de vida, a pesar de la luz,
único espejo posible de realidad
que nos abruma, nos deshuesa en lento crujir.
Somnoliento y en el refugio de libertad
que sólo los verdes segundos, antes de alzarse,
en pleno vuelo, hacia el tablón húmedo del sueño,
hacia el final soportable de los ojos llenos,
titilantes, vidriosos, son capaces de armar;
dejar pudrirse al día y sus vacíos anhelos,
dejar que mueran la rabia y la envidia, y el miedo,
evitar que el sueño domine y nos saque al frío,
desnudos, desprotegidos, expuestos al hielo
del yo con que nos afligimos, hora tras hora,
palabra por palabra, entre todas las acciones,
y que espera, ruin, tras la puerta de ojos cerrados.

Sigue leyendo

Deja un comentario