Narciso: del que vive viéndose, y bebiéndose, a través de redes sociales, en el trabajo, en la calle y el mar: perfecto. Que finge, que imita, que pierde tiempo y colores enganchado a las miradas de otros como él. Envanecido, que tiene la vida chata, ya, ahora. Tú, yo, casi todos.
Imprescindible: el aire. Las respiración en las situaciones abiertas que no traen si no más negrura. Qué se vuelve irremediable y completo. Una mirada sin miedo en el vitral de la peor noche.
Mordido: dícese del que se amarga en vida, y odia. De los extremos que sólo hablan de comerse unos a otros, y odian. No entenderse a uno mismo, vivir con el miedo asumido por todo. Odiar por odiar, que se avinagra y pudre, y habla, de más. Que no busca.
Renco: cojo, que de lenguas, naciones y pieles hace política. Despreciar a otros por diferentes, familia o no. Tonto, ignorante, que sabe de lo que toca y se acerca como las bestias a la punta de los ojos. De fiarse más de su cortedad que de la experiencia. Necesitado de viajes y lecturas. Prescindible.
Alegrías: familia, amigos, mañanas, estrellas, risas, besos, caricias y sol. Quererse hasta entre los espinos. Mirarse de cerca. Tocarse, mucho. Ser diferentes, mucho. Color del color, más. Recrear con pasiones los destinos que nos marcamos. Quererse, más, en vivo. Soplarse directamente a los ojos.
Emulsión: tacto, ilusiones, frío. Vivir por vivir, palpable. Del antiguo resolver, que no se resuelve nada, ni la muerte. De lo que se vive se hace masticando, hasta el último grano de arena. Agua, hierba del agua, sentarse a respirar, mirando.