Aunque te escondieras, como solías,
y crecieses, sola, en la sombra azul
del reflejo a contraluz prohibido;
aunque insistas en andarte perdida,
oculta tras las raquíticas líneas,
tras unas cuantas letras desleídas
y rotas en el sudor de mis manos;
aunque te empeñes, así, rica y riendo,
en elidir tus reducidas formas,
la pequeña ilusión de a trozos verte…
Aunque todo aquello te propusieras,
no dejaré que de nuevo te escapes,
no dejaré que me quites las claves
de los requiebros vistos en tus labios;
te seguiré aullando, te seguiré
viendo en amaneceres embebida…
«Te seguiré soñando», y entre frases
–no siempre dichas, aun nunca descritas–,
me propongo imaginarte, bebiendo,
¡y a tus muslos cubriendo todo el cielo!
Hasta que no nos quede nada más,
hasta que el tiempo respire en silencio
y todo vuelva a florecer de nuevo.