El martillo de mi padre, el metal
impasible, acolchado, mango negro,
cabeza roma, a dos aguas de tiempo,
instilada en cicatrices de paz
ruidosa, cansadas de golpear,
de extraer los clavos más obstinados,
ritmo constante, fiable en la prestancia,
permanencia, metálica dureza,
siempre presente, siempre preparado
a apuntalar el mundo ladeado.
Alicates de mango prieto y rojo,
llave inglesa de filos descorchados,
clavos y tornillos arrejuntados,
destornilladores color naranjo,
serrucho desmangado, romo y cojo,
las vetustas herramientas de casa,
oxidada quietud, vida que pasa,
herrumbre dulce de cálida estancia,
punto fijo, memoria de constancia,
allí estaréis, porque no todo acaba.