La Reina Rosa, nocturna,
vuelve a extenderse,
invisible,
como mucho difusa.
Vuelve a llenar
esos vacíos que duelen,
se crece como
gelatina que fermenta, que sube inflándose.
Vuelve a dominar,
a comerse del cerebro
las horas
desatando combinaciones
nefastas del latido y la alegría.
Vuelve a venir,
sonriendo la gata,
y se acomoda submarina,
sencilla y sonriente,
mirando con sus pupilas
inversas,
sometidas al extremo
de unos ojos
que solo hacen que mirar;
que solo clavan,
que solo miran.
Imagen por: o-chir