El son de los días enjaretados,
palabras perdidas que apenas hablan,
cabrillea en las mareas que pasan
restallando en recuerdos asordados;
todas esas noches en que brillamos,
que tendinosas siempre nos alcanzan,
todos los locos momentos que enlazan
con las eflorescencias del pasado,
todo, hasta el final, la lluvia y el frío,
entonces fáciles, liberadores,
prosigue su fuga, reblandeciéndose
en el viscoso camino al vacío,
en esta humanidad rica en terrores;
todo, hasta el sonido, desvaneciéndose.