Cuando peor nos las den,
mejor habremos de darlas.
Cuanto más duras,
más cálidas,
cuánto más serias, más dulces,
más a gritos, y a saltos, y a cantos,
y a balonazos, devolverlas.
Cuánto peor vengan volando,
mejor deberíamos ver,
cubiertos los ojos
por la fárfara imperceptible
de la sonrisa y el beso,
empapados de abrazos en la tormenta.
Cuánto más estridentes resuenen,
más tranquilos, más calmados,
en la sonora paz de los sentidos,
en el silencio del océano
al sabernos el futuro de no estar solos;
llevar con orgullo
la tremenda parusía de poder,
entre todos, encontrarnos,
una y otra vez,
no importan las veces,
una y otra vez,
contra el dinero
y la furia de la injusticia,
contra los sabuesos ávidos
de pobreza y de miedo,
encontrarnos todos,
juntos,
al principio y final
de todos los caminos.
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