Cómo irse así,
entre versos de cebolla
y pinceles que nunca se acaban,
que quizá nunca existieron…
Cómo irse así,
obnubilado por el ruido,
los bailes, las músicas,
la marea incesante y rizada
de la espuma irresuelta,
suma de tantos amigos,
de tantas horas remiradas
en ángulos obtusos y absurdos;
desorden de tanta fase diminuta
colgada de todas esas otras lunas.
Cómo irse así,
tan inmensamente enfangado
en la alegría,
en la belleza miriápoda,
en el pelazo y en el que no,
de tacto silente y expansivo,
la noche rosa,
el clavo y el colmillo,
¡todas las risas del mundo!
De una noche tétrica
mil paseos ingrávidos,
fantásticos,
la infinita, indeterminada virtud
de cada oscura noción
del no llegar a luz,
de todas las sombras,
de la mañana implosiva y demente.
Como irse así,
con tanto,
de tantos,
de todas,
de nosotras,
de todos y todas…
Para qué olvidar,
si la única muerte es el olvido;
a la mierda con los presentes,
con el inaprensivo
y turbio,
con el inalcanzable,
con el efímero y triste,
y bruno,
y de poco color,
raudo esquivo malquerido.
¿Cómo irse así?
Vivamos del pasado
o del futuro,
o de la era Axial invertebrada,
pero en la certeza
hagamos futuros que cumplan,
de estrellas que hablen
y un campo solo nuestro
que se sitúe estanco
entre todas esas parcelas
de tiempo malcreadas;
que no haya más,
que solo eso,
inflamados,
veteados de llamas
los que fuimos,
las que sois,
los que seremos.
Cómo irse así,
quedando tanto por hacer,
quedando tanto
por no llegar a verse
en el titilar de los posibles,
en el armarse de las negaciones.