No siempre te oigo; es más, hace ya tanto
que quizá crea que no te escuché
jamás, pero quizá si te miré
porque me vi en tus ojos esperando.
No siempre estás donde creo encontrarte,
y es verdad que nunca te encontré
donde creí buscarte; y te busqué,
como en tu piel temía embarrancarme.
Siempre has estado crepitando cerca,
desprendiendo antiprotones azules,
verde, en las lindes de la simetría;
siempre he estado respirando alerta
engullendo irradiados contraluces;
tú, quizá, en la huella de mi desvarío.