Estás como en verano, como yo recordaba,
como debieras estar, entre el agua y la roca,
y la luz empeñada en acogerse a tus sombras
tejidas en el blanco de tus praderas blancas,
moteadas de verdes en tus praderas verdes,
cargadas de tus flores, todas las flores blancas;
y amarillas, y rojas, y moradas, y blancas,
así recordaba yo que te respiraba,
que crecía sobre mí tu memoria larga,
así te miraba yo, que te recordaba,
como tú que recuerdas cada luna que pasa,
como tú que acunabas con color la mañana.
Anda, ven, sube, corre,
canta como cantabas,
sube como subías,
corre como corrías.
Vuelvo como la lluvia a revolcarme solo
para mirar de cerca tu cuerpo ensortijado,
las hojas con el viento enfrentando mensajes:
que no están ahí quietas, que están lejos volando,
que ellas ya lo soñaron, llevan soñando eones;
crujientes y olorosos, de silencios cuajados,
así recordaba yo tus anchos senderos,
al extremo nocturno del temblor y del llanto,
vuelvo, que siempre vuelvo, a orzar en soledades,
y al río ver la plata en tu corazón hilando,
que entre la bruma azul reclaman siempre tus nieves,
que bajo el cielo ardiendo locos hayamos tanto.
Anda ve, dices, corre,
grita como gritabas,
baja como bajabas,
vive como vivías,
ya vendrán los veranos
a llevarse los diablos,
el polvo y los malos sueños,
cada gota de barro,
los dolores y el destierro.
Volveré aunque no existan realidad ni tiempo,
ni caminos ni suelo, ni melojos ni estrellas;
volveré aunque se extingan de agua y sol tus laderas,
volveré, y aun disuelto, sabré que volveremos.
Anda, ven, corre, vuelve
como volver volvías.