Escapaban del viento al correr de la playa
y en su huída no buscaban más que hallarse al final,
encontrarse al terminar verde el mar de ramas.
Y subían, riéndose, como la espuma al cantar
que cantaba del agua viejas sombras de arena,
y el levante rugiendo se llevó el sol de sal.
Las manos de salitre rozaban sus mareas
en la punta batida de las dunas azules,
y subían, subían, como si al cielo fueran,
que solo acariciarlo, que solo ver sus luces,
que no podrán quedarse, que aún guardaran sombras,
y mar, y playas, y olas, en las que dar de bruces;
buscaban siempre al fondo, cruzada la gran bruma
querida de los pasos, dados los más dolidos,
bajaban de la playa, volvían de sus lunas.
Siempre volverán…