Puedo empeñarme,
empañarme,
empatanarme,
descargarme
y desahogarme
en querer masticar residuos
del centro magnético
a la nube de Oort;
puedo pasar replicando,
como luz que no llega,
como fuerzas en marea que desgajan
la especialidad singular
del notorio lejano,
del centrífugo Sagitario A.
Puedo dejarme esconder
en discos oscuros
de gravitaciones sutiles,
apenas si variantes,
al margen de electromagnéticas pasiones;
inflacionarme común
de un colapso expansivo…
Puedo intentar encontrar
de entre las branas un centro,
de, más allá del polvo,
más abajo que las planckianas efusiones,
un escape que asimile,
mejor que yo,
estas dimensiones transitorias
con las que refuerzo,
colisiono
y traslado.
Puedo dejarme llevar,
en movimiento de deriva
y esperar que gigantes gaseosos
protejan mi camino pausado, hasta solo;
puedo hacerme cometa,
asteroide o meteroide,
puedo huir burlando hasta la misma luz.
Puedo copiarme antes del primer
instante incontrolable de la existencia repensada.
Puedo ser, puedo,
pero no puedo, no puedo,
simplemente,
dejar de ser;
retorcerse y retornar,
ordenarse de nuevo, fríos:
eso sería inalcanzable.