No hacer nada,
pero ni acabar la frase qu
Mirar, quizá,
repasando el equilibrio
vitrificado de luces.
Respirar, pero poco más.
No pensar,
no hablar,
no decir,
no insinuar;
no pensar que se toca,
no hablar de lo que se mira,
no decir que vas a besar.
Mirar, pero poco más.
Y disfrutar con lo que se mira,
verde y ocre,
azul que supura
en dispersión
de relaciones cuánticas
con la oscuridad solar,
verdad del cielo.
No intentar no pensar,
espejarse en la tonalidad
vibrante de la nada,
y encerrarse,
y enrocarse,
y atorarse,
y arrojarse como de un lago
que no toma ni peces ni algas,
ni ondas, ni agua,
que es por y de la nada.
Respirar, de abajo a arriba.
Del tacto, mirífico,
engalanado de roces,
de temperaturas
y un alud brutal
de viento sobre el extremo
sigiloso de los dedos.
No dormir, no descansar.
No hacer nada,
ni dejarse aconsej