Es una forma de llamarlo,
obscena, tapada y cobarde,
reconcomida:
”madura como si fueras una manzana”.
No le encuentro más sinónimo que la pérdida
de esperanza, que nos vamos dejando
viejos, que nos va asolando las manos,
los ojos, el pecho y la voz.
No es que madures, no es que te hagas,
es que estás drenando esperanzas:
“déjate oscurecer como si demasiado”.
Entrega la esperanza de ser algo, quizá,
más pequeño, algo quizá,
esperanza de querer algo más;
esperanza de escapar, de inventar,
de encauzar los ríos de esclavitud
cordial, corriente y consentida.
Lo que pierdes no es solo el pelo,
son las ganas y la ilusión,
el último reducto ácido
de la infantil pulsión por la esperanza.
Sola, la muerte porta nuevos bríos,
para ti, en tu maduración mohosa;
sola, la nada, oscuridad lumínica;
solo la muerte: solo, desprenderte.