Este es tu alcalde, Madrid.
Este es tu flamante alcalde,
accidental, revenido,
infantil, impresentable.
Este es tu alcalde, ciudad
antes abierta y amable,
ciudad de acogida y noches,
al borde hoy de lo impensable,
de un nuevo y falaz retorno
al pasado rancio, solo,
de la mano de un simplón,
de un falto, de un necio ralo,
errático y desnutrido
en la ausencia de ese todo
que todos necesitamos,
en nuestro exceso de miedo.
Tu alcalde al que hasta los niños
enseñan a descubrir
accidentes de lo humano
que faltaren por vivir;
tu alcalde de la ignorancia,
la incultura por urdir,
que hasta la música excluye
en su ciudad por destruir.
Tu alcalde remoto, atávico
en la mordida vacía
de intereses olvidados
que nos devolverá al día
en que las calles de arena
con el agua va se hacían,
noches oscuras del tedio,
tardes yertas de alegría.
Tu alcalde para tus viejos,
tu alcalde para los pocos
que viven anchos de espaldas,
viendo pasar muertos mundos;
riendo el alcalde entre ricos,
viviendo tu alcalde corto
como quien siempre fue rico,
quien solo entiende a los suyos.
Alcalde que pisa muertos,
porque «no son de su bando»,
tu alcalde en bandos podridos,
tu futuro destripando.
Este es tu alcalde Madrid,
alguien que busca el pasado,
en la ignorancia mendaz
de negar hasta enterrarnos;
rabioso alcalde de tiempo,
político ensimismado,
ciego de ideologías,
raudo al poder babeando.
Podíamos ser, pudimos,
podíamos ser, no un quiste,
forúnculo impenitente,
en el rostro del progreso,
pudimos, quizá podamos,
volver a lo que tuviste,
a lo que de lejos vimos,
a lo que saber no hiciste.
Podíamos ser ciudad
del hoy, mundo del mañana,
podíamos no ignorar
que el futuro se acabara,
no dejar que cambien, rudos,
al Madrid que acoge y cambia,
Madrid que respira y duerme,
cuando se ha ido la mañana.
Este es tu alcalde, Madrid,
alguien que quiere volver
a su pasado a mordiscos,
que no ve ni quiere ver,
alcalde muerto de miedo,
alcalde vivo de viejos,
alcalde rancio de muertos,
ciego que no merecemos.
Este es tu alcalde, ciudad
nocturna, savia del caos
humano en el corazón,
de nosotros, todos tus refugiados;
Esta es tu suerte, ciudad
doliente en montes teriántropos,
lidiar has con las tinieblas,
rascarte el futuro a dientes y manos.