Huele a todo lo que la infancia sugiere:
la espiga temprana,
tu cara mojada,
vacas y voces,
un cencerro de lejos,
los grillos tiritando
bajo estrellas de nubes rotas,
la arena descargando ganas
en los pies húmedos, altivos.
Todo suena a vida:
la fuerza del rocío aterrizando,
luces de la tierra surgiendo
como esperándonos,
a todos,
a volver,
a crujir,
a cacarear de camino al sigilo,
y una luna menguante,
tímida por desvanecerse
cuando más se la necesita.
Triángulos de fondo
henchidos de silbidos,
del 25 al menos 2,
de la gloria al agua,
de la esperanza pruna
a las voces secretas
de labios vuestros
en el cristalizar de la mañana entelerida,
a cielo cortado;
y Marte al fondo,
expectante,
viendo caer la piel en el balasto,
como años de hierba,
voces del tuétano,
en la madrugada
de vuelta
corazones erguidos de memoria.