El miedo, el tuyo y el mío.
La angustia, la ansiedad,
los dolores, ciertos o inventados,
la información y la otra,
la tos, la fiebre, la del otro,
la que desinforma y asusta.
Los abuelos santos, tus padres,
los míos, los niños,
tus hijos, los míos,
los enfermos de cáncer,
los débiles, los pobres,
los solos y solitarios,
los médicos que luchan solos,
las intensivistas que no descansan,
las investigadores que miran
a los virus a la cara
y de los que nunca hablábamos.
El tiempo, la cuarentena,
las de todos,
los supermercados
y la duda constante
de si la locura o la paciencia,
de si es prevención
o manía, reflujo
del caos circundante.
El miedo, el tuyo y el mío,
pero también la solidaridad,
la esperanza, la colaboración,
la humanidad en pleno
contemplando su debilidad
Y toda la necesidad de unirnos,
de encontrarnos unidos,
de cuidar de los otros,
de observar pacientes,
de querer, de esperar, de confiar
los unos en los unidos,
los otros en los cercanos.
Tu miedo y el mío,
los nervios, la vida moderna,
la globalización,
pero también la sanidad pública
como un tesoro,
y nuestros médicos,
explotados genios de la guardia,
el cansancio y la entrega.
Los autónomos, negocios pequeños
y medianos, los despidos,
todos los que más sufren,
virus mediante o sin él,
las pandemias en las que
hemos vivido siempre,
aunque nos arrase hoy una nueva,
voraz y expeditiva.
Los miedos de todos,
pero también nuestra esperanza,
las ganas de vernos unidos,
y la humanidad que nos reclama;
sacar algo bueno de la tormenta,
sacar que en la dificultad,
al confrontar de lo insondable,
reverberamos, juntos,
entendemos, todos,
sabemos que no estamos solos.
Los miedos de todos,
pero no solos,
y también la esperanza,
el tiempo que pasará,
la fuerza, la comunidad,
la esperanza de todos.