El cuerpo desnudo, cualquiera, desprende una belleza extraña, una belleza pura en la que cada trazo se revela como precioso, realzado en cada defecto que, al notarse, al intentar definirlo, desaparece antes de serlo. No existen los defectos en el cuerpo desnudo, es de una imperfección suprema que nos envuelve como piel propia, como si esta formara parte del resto del mundo y nosotros descansáramos sobre ella, bajo ella, abrigados, revueltos y encaramados. Es una verdad por sí solo, es reencontrarse con el verdadero yo, al que no ya no engañan ni la vista ni el tacto; es terminar por entregarse a esa realidad oculta con gusto de sonrisa, anuncio de un tacto distinto, prohibido en sus percepciones terriblemente reales. Quema, pero no llega a provocar llaga, es más de ese dolor silencioso que precede siempre a la belleza; de ahí que, en el recuerdo, el cuerpo desnudo aparezca sublimado, elevado al rango de cualquier idea primordial. Y nos recreamos, y en los defectos mueren las mentiras de lo digital y su rastro efímero. Poder parar a vernos la piel y la sombra, como si todo lo que a nuestro alrededor girara no fuera más que un residuo de nosotros mismos. En la única verdad estática que ha dejado atrás la mirada, podemos contemplar, de cerca, o desde dentro, irreflexiva, una experiencia distinta, tan pausada como cambiante y tensa, vibrante. Por eso es más fácil amarse desnudos, porque nos tocamos hasta el vientre materno, protegidos y líquidos, sin ganas de salir.
M.Bardulia
Sin más pretensión que disfrutar del hecho de escribir y de la posibilidad de ser leído, dejo aquí algunos de los textos que consigo sacar adelante. Espero que les guste, compartan si es así.
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