«Hoy asume lo que venga,
sea para bien o todo mal.»
Tus manos, que yo calentaba.
Tu pelo, que, en rebeldía,
reclamaba las estrellas.
Tu color, administrado
en vetas de un sabor brillante.
Tus palabras, flotando,
transparentes y dulces,
fundiéndose
como nieve de primavera en mi piel.
Tus fuegos, la rabia,
el ciego morder de la noche,
tu pasión y ese profundo respirar.
Tu techo, la luna azul de vida,
el ruido sordo contra el negro
vital entre los dedos de tus pies.
Tus rayas contra el cristal.
Tus risas y los recios pasos
de tus ojos, cuando, al fin,
miraron como solo tú miras.
Tú y tus mil millones de vidas
circunvolucionando a mi alrededor,
enredadas como hiedras,
alimentando mi corazón,
dándome hambre,
dándome vida,
calmando toda mi sed.
Tus labios como el cristal,
que al roce suave pudieran quebrarse;
tus labios como de espuma,
que irrigan de sangre
mis lenguas incansables.
Tu aroma, tu olor,
tu fuerza en mitad de la nada,
a través de los espacios infinitos,
tu vida, tu distancia,
tú, tú, tú,
tú y tu amor,
tú y mi memoria,
tu forma de mirar
al caer del cielo.
Tu piel,
que un día imaginamos.