De la canela y azúcares,
mieles, pistachos y nueces;
de chocolate nocturno
mezclado con vivas fresas;
delicias las que tu cuerpo
sensual, repleto de frutas,
ofrecía en cada palmo,
desde las suave fronteras,
hasta sus ricos confines.
Tus dedos, como de trigo,
desnudaban con su roce
insólito de hielo y fuego
las regiones más oscuras
de mi boca, mente y cuerpo,
donde anidan mis flaquezas,
donde, sabías, bullían
las pasiones que tus ojos,
inclementes, desataban.