Tumbado

por Somnoliento

Tumbado en el sofá de la terraza, blando y amigo, al pie de la sierra viendo el tiempo con los ojos cerrados.
Las nubes que no veo desparecen de un cielo azul, casi blanco, y yo voy retrasando cada respiración, cada gesto vital involuntario para no dejarlo pasar, para agarrar el tiempo con las uñas y no dejarlo pasar.

Detengo la vida hasta que el viento da la vuelta al circo montañoso y lo hace volver a la piedra líquida de la que salió hace apenas 30 años.
Amaso los recuerdos que ahora pasan de espaldas, ajenos a las miradas que sin ojos les voy echando,
húmedos, luminosos, sucios de alegría o de rabia, olvidados o perdidos y encontrados,
recuerdos que hora pasan lentos al aroma del pino y el tabaco de los días de arenas oscuras y soles fríos,
soles que venían dados y casi nos sobraban.

Tumbado veo el mundo mirando en los pasos de mi padre, arrastrados, calmos, en las voces de mis hermanos, como siempre, sueños de infancia, vida mejor.

Hierba crecida que no será más, riegos de una adultez inútil,
de la madurez que ahora dejo atrás, tumbado, viendo pasar la montaña a sus pies;
sol de agosto, minutos perdidos y ganados a la vida que me han condenado,
sumiso aceptando tus planes y los cortes en la carne profunda.

Tumbado dejo pasar el tiempo, lento, y desgarrarlo en el empeño, alterarlo quiero, cambiar el orden de las palabras y decir, por ejemplo, ser que quiero de nuevo niña verte, verte ser niña de nuevo que quiero, verme ser de nuevo niño quiero que seas.

Tejo el mundo y me sale en palabras, y de las palabras aunque me retuerza sólo me vienen rimas, versos que no siempre pretendo…

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