Si no fuera por tus colores a dos estrellas,
por tus anfratuosas prospecciones emergidas
y los misterios de tus profunda rabia viva,
si no fuera por no entender lo que tú no piensas.
Si no fuera por lo atroz de tu esquiva belleza
surgida del corazón, de la mente absorbida,
si por tus noches inexistentes y vacías,
si no fuera por lo insondable de tus ideas.
Qué de tus mimoides extensos y claros, solos,
efímeros de tu interés por comunicar,
por querer entender, enseñarnos a mirar.
Qué de tus simetríadas, sombras de tus fondos,
de tus asimetríadas solas por crear,
de tus fungoides vivos con los que entrelazar.