Recordarte no te haría ninguna justicia.
Recordarte es como dejar a medias cada frase,
recordarte, sólo, a secas, sería dejarte entre la bruma, sola.
Yo no te recuerdo, yo te vivo,
te siento fulmínea, brillante, arañándome el rostro,
te veo venir, azul en mano, blanca de cerca,
libre de todas las sombras que a tu cuerpo persiguen,
bella a contraluz, tu cuerpo líquido
y tus manos volviendo a tocar la música
del tiempo que siempre anda huyendo de todos.
A contraluz una vez más, de formas breves,
recordarte sería poco,
tengo que tocarte con las manos de la vida
y ser de nuevo entonces, dicha del silencio,
frío a solas en una habitación plagada de letras,
de colores siempre vestida,
diluyendo el blanco en el interior de tus piernas,
siendo, así, de la risa una fisura en el cielo,
del calor paradigma, por encontrarte siempre en el frío.
Es mucho mejor saborear tu pelo y el reverso de tus ojos,
que simplemente recordarte,
dejarte pasar hirsuta en la memoria, dolorosa.
Recordarte no te haría ninguna justicia,
sólo el sol, persiguiendo tus umbrías
de ventana en ventana, justifica tu imagen,
da paz al mar revuelto,
funde la fina línea que entre la memoria y el sueño,
deshace el espacio, las lágrimas y el tiempo.
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