No quiero himnos ni banderas

por Somnoliento

Yo no tengo himno ninguno,
si hubiera de tenerlo
resonaría en los bosques,
en las profundidades verdes y azules del mundo;
vibraría acorde con las corrientes de los ríos,
en cada roca húmeda,
en los pinos, las jaras,
los animales y las risas
de la sabana al levantarse el día.
No tengo himno, ni bandera,
no quiero el canto
altivo y seco del hombre moderno,
suicida arrasándolo todo
en el hambre de sus dioses
caprichosos, amantes del dinero,
mentirosos,
soporte de la tristeza
que ahoy asuela el mundo,
que lo agota y esquilma,
que lo quema y olvida…

No existen ya himnos, murieron todos.
Sobrevive, olvidado, el canto
de las viejas formas de las praderas,
el sentir antiguo de la libertad plena,
de la esclavitud del poder esquiva.
No quiero más del himno maldito
del asfalto y el hambre,
de la maldita práctica de tocarlo todo,
sentirse dueños del universo inabarcable,
regidores del infinito y lo invisible,
plantada la bandera,
de todo lo que a sentir, no llegamos.

No, hace mucho que no busco himnos,
ni banderas, ni patrias,
porque no quedan himnos
que hablen de hermanos
ni patrias que sean del aire y del agua,
de la tierra misma,
patrias que sean un mundo,
el cosmos entero.
Hace mucho que dejé
de inventarme dioses,
para no tener que temerles,
para no tener que odiar a mis hermanos.

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