Apología del ruido (y la furia).
Y de la noche plutónica.
Amantes del desvarío,
de la política oscura
de la pérdida nocturna.
Fanáticos del pasar
sin medidas y sin rumbos,
náufragos en pleno encanto
por calles desconocidas.
Anacoretas de lo ebrio,
peregrinos del vagar
sin concierto, sin sentido.
Ermitaños y borrachos,
extraños monjes casados
con la núbil madrugada;
del divino amanecer
amigos, buenos hermanos.
Apología del ruido,
de la urgente y fina noche,
defensores de la vida,
duendes de lo solitario,
tardíos ángeles mansos…
Sólo crecen cuando viven,
sólo duermen cuando deben,
no cuando soles lo dicen.