No peles la fruta.
No quieras perderte nada por miedo,
no te arriesgues a olvidar bajo el tedio
de seguir siempre la senda segura.
Bebe de lo absurdo.
Come de lo que no creció hacia arriba,
báñate en todo lo que no te moja,
y en el hielo, calentémonos juntos.
Rima sin sentido.
Que la noche es del color de la luz
y el día desfila en sombras de azul;
desnuda pasa, que rimen contigo.
Nada entre las rocas.
No respires cuando la cumbre alcances,
no sea que los tambores no escuches
al encontrarte la chicharra a solas.
Déjate llevar.
Relaja el miedo que la cara tensa,
cierra los ojos y aspira la tersa
palma del mundo en su lento mirar.
Vive entre las rosas.
Rodéate de negros y amarillos,
abraza el verde de tonos sencillos,
zambúllete en el azul de las moras,
mánchate, ama, vive hasta las orillas
blancas que arrancan la luna del cielo:
sé, tiembla, rabia, muere en cada beso…
Haz, sin más, de ti, lo que tu prefieras.
Pero, recuerda, por mucho que dudes,
recuérdalo, tonta, no peles la fruta.