Frío hasta dejar escapar la lengua
en mitad de la calle esclarecida,
sombra de la esperanza enfebrecida
urdiendo el aire contra el hambre cruenta.
Frío de los céfiros a deshora,
horas de las tormentas a destiempo,
vacío en la necesidad del viento,
llama que solo una mano atesora.
Noche hasta roerse y morir los pasos
en la infatigable emulsión lacustre
de todas las razones contenidas.
Bucle finito de últimos remansos,
líquido desafío al desajuste
de ahogarse en pasiones retenidas.